“Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.”

Formación ética

 

La conciencia será faro para el camino: «La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está enfermo todo tu cuerpo estará a oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!» (Mt 6,22-23). La conciencia formada será garantía de que no habrá doblez, insinceridad, hipocresía en su vida. Una conciencia deformada será en cambio fuente de tinieblas y de zozobra.

Para trabajar en la formación de la conciencia, es necesario tener presente los valores morales que provienen de la moral natural y de los principios de la Revelación. Es descubrir la bondad o maldad de nuestros actos. Es entender que la moral es objetiva y no subjetiva (de la persona).

El problema al cual nos enfrentamos es la conciencia laxa y/o la conciencia escrupulosa, es decir, la conciencia laxa permite que al individuo que “le valga lo que piensen los demás”, y aun sabiendo que está mal, lo haga. La conciencia escrupulosa, hace que el individuo “vea pecado por todos lados”… es gente que acalla su conciencia y se vuelve peligroso por su deformación.

 

¿Cómo actuar?

  • Primer es la formación de la conciencia que debe abrirse a los valores objetivos y conformarse a la norma moral objetiva. Cuando se da esta conformidad, hablamos de una conciencia rectamente formada. No basta con conocer, es necesario trabajar en ello con hábitos y comportamientos.
  • Segundo es activar el juicio de la conciencia, es decir, quien se permite actuar en contra de la conciencia, se adentra, más o menos gravemente, en el campo del mal moral. Pero si después reconoce haber obrado mal y toma las debidas medidas para reparar y pedir perdón, ha dado un paso firme en la educación de su conciencia; si en cambio acalla la conciencia no prestando oído a su llamamiento, puede llegar a dañarla irreparablemente: quizás un día será incapaz de reaccionar ante el bien y el mal.
  • Tercero, cuando se descubre la importancia de la formación espiritual: el examen de conciencia, el sacramento de la reconciliación y la dirección espiritual.

 

Algunos elementos:

  1. Formación en el trato y el comportamiento social.

El ser humano es esencialmente un ser social, dialogal. No se trata de “adoptar” sino de entender la importancia de la presencia y del comportamiento, recordando que las formas externas son el espejo del alma. La gente se siente atraída por la personalidad que uno desarrolla, por la palabra amable o el gesto educado.

  1. Trato amable y abierto.

Estar en constante contacto con la gente, es el “pan de cada día”; para ello se requiere de palabras amables, agradables y abiertas. Actitudes llenas de caridad y de prudencia. Saber guardar silencio y escuchar, interesarse sinceramente por los demás, persona de diálogo

  1. Trato distinguido y cortés

Llevamos un tesoro en una vasija de barro, nos recuerda Pablo. La vasija de barro, es el exterior que es lo primero que ve la gente; el tesoro, solo se descubre con el diálogo y el trato distinguido y cortés. Necesario es respetar las normas de comportamiento social. Se debe evitar la timidez, encogimiento, el apocamiento. Evitar el trato brusco, agresivo o irónico. Desarrollar el modo de ser firme, amable, natural, alegre, sereno, equilibrado.

 

El cultivo de estas cualidades solo se da en la vida ordinaria y con una conciencia clara y concreta.

 

 

 

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